Henri Matisse nace en Le Cateau-Cambrésis, Francia, en 1869. Aún y habiéndose licenciado en Derecho y trabajado algún tiempo en el sector decide adentrarse y profundizar en el mundo del arte. En la Académie Julian realizó algunos cursos y fue en 1892 cuando ingresó en a École des Beaux-Arts. Gustave Moreau fue uno de sus profesores.
Matisse, considerado uno de los precursores del Fovismo, junto a André Derain, realizó una serie de importantes exposiciones bajo este movimiento, donde la provocación del color es una de las características principales.
Dibujo natural, paisajes muy luminosos, emociones, impresionismo y dividionismo, se perciben a lo largo de la trayectoria de Matisse. Encontramos también influencia de Cézanne e incluso acercamiento a la estética oriental. Notamos también cierta influencia del movimiento cubista.
A lo largo de su vida contabilizamos más de 500 grabados, entre litografías, xilografías y aguafuertes.
Matisse expresaba tanto lo que veía como lo que sentía. Ejemplo de superación y gran capacidad de convertir lo malo en menos malo, en arte.
Tras una grave operación quirúrgica Matisse quedó postrado entre su cama y una silla de ruedas, pero encontró incluso así la oportunidad para empezar de nuevo. Se las ingenió para transformar su habitación en la sala dónde seguir su trabajo como pintor y profesor, disponiendo de todo lo necesario alrededor de su cama.
Aún y cuando ya no pudo pintar, Matisse dio una vuelta más a la tuerca y creó otra forma de arte, con papel, tijeras, pintura gouache y la ayuda de sus asistentes.
A Matisse le fascinaban la cerámica, la escultura y el textil, pero sobretodo la naturaleza, destacando las plantas y las aves, siempre presentes en sus obras.
“Una obra de arte debe ser armoniosa en su totalidad: cualquier detalle superfluo se debe sustituir por otro esencial” – Henri Matisse
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